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En
Cataluña, la escultura era un arte bien consolidado desde mucho antes
del Modernismo. En efecto empezando ya en el siglo XIII con figuras como
Bartomeu, Aloi de Montbrai o Guillem de Sagrera, pasando por Damià
Forment, llegamos al siglo XIX con numerosos artistas que desarrollan su
arte con notable perfección técnica y en casos con genialidad. Nos
referimos, por ejemplo, a figuras como Salvador Gurri y Damià Campeny
que se sitúan en la base de lo que más tarde generará la floración
de la importante escuela "realista" con escultores como los
hermanos Vallmitjana, Fuxà o Reynés que a su vez evolucionará hacia y
convivirá con el Modernismo.
El
Modernismo representó una brillante liberación
de las formas. En contraste con la norma anterior - el academicismo -,
el Modernismo representaba libertad, la posibilidad de desarrollar
cualquier forma, cualquier color, cualquier idea. La escultura no fue
una excepción en este planteamiento. La expresión de las figuras en la
escultura modernista nos muestras la vida en toda su variedad delante
del frío academicismo imperante anteriormente.
El Modernismo catalán siguió el mismo criterio y llenó las casas, las
calles, las plazas, los teatros, los hospitales, las iglesias con estos
nuevos conceptos que se expresaron, como es lógico en escultura, en dos
orientaciones diferentes:
- Por un lado como un arte decorativo formando parte de los edificios.
- Por otro lado como expresión de una personalidad independiente, libre
de compromisos arquitectónicos.
Ambas manifestaciones tienen una magnífica presencia en el Modernismo
catalán, ya que normalmente los diferentes artistas desarrollaron ambas
especialidades además de otras relacionadas, por ejemplo el diseño de
medallas.
El taller de los hermanos Agapit y
Venanci Vallmitjana estuvo en el
origen de la escuela escultórica del Modernismo catalán. Aquí, Josep Llimona
hizo estudios de perfeccionamiento de sus conocimientos artísticos que había
empezado en Llotja. Llimona es uno de los mejores ejemplos de la
escultura del Modernismo catalán.
Eusebi Arnau es también un gran escultor que desarrolló su actividad
principalmente colaborando con arquitectos, en especial Domènech i Montaner,
sus obras realizadas a veces con la ayuda de Eusebi Arnau, Pau Gargallo
y Alfons Juyol, están
presentes en Barcelona y en el resto de Cataluña.
Miquel Blay también colaboró con Domènech i Montaner, en especial en
el Palau de la Música Catalana que muestra en
el ángulo de la fachada su brillante escultura "La
canción popular".
Pau Gargallo nacido en Maella (Aragón) cerca de Cataluña en el año 1881,
fue discípulo de Eusebi Arnau y trabajó en su taller. Tuvo
magníficas relaciones con los artistas que frecuentaban los "Quatre gats",
como Nonell,
Picasso y otros. Los contactos de Arnau con Domènech i Montaner fueron
el punto de partida de su colaboración para la realización de los
trabajos escultóricos en edificios como el Palau de la Música Catalana
y el Hospital de Sant
Pau. Las esculturas de Gargallo no solo se hicieron en piedra, sino
también en bronce y otros materiales. Pau Gargallo es algo diferente en la escultura
modernista catalana, ya que al final de su lamentablemente corta vida,
ya representaba figuras fuera de los estándares figurativos haciendo de
la escultura algo distinto a una estricta copia de la realidad.
Reynés no es un escultor
propiamente modernista, tal como explicamos más arriba y no
es tan popular como Llimona, Arnau o Gargallo,
pero algunas de sus obras de arte son conocidas porque están situadas
en lugares muy frecuentados como en Sitges - Monumento
a El Greco - y en el Arco de Triunfo de
Barcelona.
Otros artistas como Carreres y Clarasó tuvieron también una importante
participación en el desarrollo del Modernismo en Cataluña.
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